El estado que definimos como distracción
podría ser de alguna manera una forma diferente de la atención, su manifestación
simétrica más profunda situándose en otro plano de la psiquis; una atención
dirigida desde o a través e incluso hacia ese plano profundo. No es infrecuente
que en el sujeto dado a ese tipo de distracciones (lo que se llama papar
moscas) la presentación sucesiva de varios fenómenos heterogéneos cree
instantáneamente una aprehensión de homogeneidad deslumbradora. En mi condición
habitual de papador de moscas puede ocurrirme que una serie de fenómenos
iniciada por el ruido de una puerta al cerrarse, que precede o se superpone a
una sonrisa de mi mujer, al recuerdo de una callejuela en Antibes y a la visión
de una rosa en un vaso, desencadene una figura ajena a todos sus elementos
parciales, por completo indiferente a sus posibles nexos asociativos o
causales, y proponga -en ese instante fulgural e irrepetible y ya pasado y
oscurecido- la entrevisión de otra realidad en la que eso que para mí era ruido
de puerta, sonrisa y rosa constituye algo por completo diferente en esencia y
significación. Suele señalarse también que la imagen poética es una
re-presentación de elementos de la realidad usual articulados de tal manera que
su sistema de relaciones favorece esa misma entrevisión de una realidad otra.
La diferencia estriba en que el poeta es el enajenador involuntario o
voluntario pero siempre intencionado de esos elementos (Intuir la nueva
articulación, escribir la imagen), mientras que en la vivencia del papador de
moscas la entrevisión se da pasiva y fatalmente: la puerta s golpea, alguien
sonríe, y el sujeto padece un extrañamiento instantáneo. Personalmente proclive
a las dos formas, la más o menos intencionada y la totalmente pasiva, es ésta
última la que me arranca con mayor fuerza de mí mismo para proyectarme hacia
una perspectiva de la realidad en la que desgraciadamente no soy capaz de hacer
pie y permanecer. A señalar que en el ejemplo, los elementos de la serie:
puerta que se golpea -sonrisa - Antibes - rosa -, cesan d ser lo que connotan
los términos respectivos, sin que pueda saberse qué pasan a ser. El
deslizamiento ocurre un poco como en el fenómeno del déjà vu: apenas iniciada
la serie, digamos: puerta - sonrisa -, lo que sigue (Antibes - rosa -) pasa a
ser parte de la figura total y cesa de valer en tanto que !Antibes" y
"rosa", a la vez que los elementos desencadenantes (puerta - sonrisa)
se integran en la figura cumplida. Se está como ante una cristalización
fulgurante, y si la sentimos desarrollarse temporalmente: 1)puerta, 2)sonrisa,
algo nos asegura irrefutablemente que es sólo por razones de condicionamiento
psicológico o mediatización en el continuo espacio-tiempo. En realidad todo
ocurre (es) a la vez: la "puerta", la "sonrisa" y el resto
de los elementos que dan la figura, se proponen como facetas o eslabones, como
un relámpago articulante que cuaja el cristal en un acaecer sin estar en la
duración. Imposible que lo que retengamos, puesto que no sabemos des-plazarnos.
Queda una ansiedad, un temblor, una vaga nostalgia. Algo estaba ahí, quizá tan
cerca. Y ya no hay más que una rosa en su vaso, en este lado donde a rose is a
rose is a rose y nada más.
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