De tus muchísimos amantes guardas
destrezas, inesperados sesgos,
caprichos repentinos y falsas
negativas que una sonrisa desmantela,
quizá la intermitencia de unos ojos hincados en el goce
y bruscamente, sin aviso, esa obstinada negativa a abrir los párpados,
no sé, cosas esquivas, cambios que remontan a gustos superpuestos,
a músicas distintas, a tantos bares donde diferentes manos te leyeron
y donde diferentes nombres entraron en tu alerta indiferencia
de pasajera, de indescifrable francotiradora.
quizá la intermitencia de unos ojos hincados en el goce
y bruscamente, sin aviso, esa obstinada negativa a abrir los párpados,
no sé, cosas esquivas, cambios que remontan a gustos superpuestos,
a músicas distintas, a tantos bares donde diferentes manos te leyeron
y donde diferentes nombres entraron en tu alerta indiferencia
de pasajera, de indescifrable francotiradora.
A mi vez dejaré en tu piel la
huella de estas ceremonias,
de hábitos definidos, de maneras y de ángulos,
oh arena donde tantos arquitectos levantaron sus torres y sus puentes
para que el viento las llevara mientras tú te volvías al malecón o al bar
virgen a tu manera, la manera mejor y más hermosa de ser virgen
dadora de las playas para los nuevos juegos.
de hábitos definidos, de maneras y de ángulos,
oh arena donde tantos arquitectos levantaron sus torres y sus puentes
para que el viento las llevara mientras tú te volvías al malecón o al bar
virgen a tu manera, la manera mejor y más hermosa de ser virgen
dadora de las playas para los nuevos juegos.
Julio
Cortázar, Último round (Tomo II), Siglo XXI, Madrid, 2009 (1969), pp. 136-137
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