de julio de 1968, y confirmado luego por noticias de Le Monde, también de París.
El
caso Clayson es el ejemplo típico de los riesgos que para un país en apariencia independiente representa la ingerencia norteamericana en una de sus industrias. El ejemplo es tan perfecto que resulta casi
desconocido. Y con razón: la revista belga Le Point, cuyo número de julio debía incluir un artículo sobre el caso Clayson, no pudo ser impresa.
Los hechos son los siguientes.
La
sociedad anónima Clayson, fundada a comienzos de siglo por el belga Claeys, emplea a 2,700 obreros en su fábrica de Zedelgem, cerca de Brujas. Sus cosechadoras-trilladoras polivalentes, capaces de recoger indistintamente trigo, maíz, arroz, soya, sorgo y girasol, no tienen equivalente en todo el mundo. Se las exporta a 62 países,
especialmente a Francia que es el principal cliente europeo de la sociedad belga.
Así, cuando el gobierno de Cuba consultó a técnicos franceses, agrónomos e
ingenieros de puentes y caminos, miembros de las misiones Berliet (camiones),
Richard- Continental y Richier (tractores pesados y bulldozers), que se
encontraban en Cuba, sobre el tipo de cosechadora más adecuado para la agricultura cubana, los franceses aconsejaron las
máquinas Clayson.
Este trust norteamericano que fabrica computadoras (Univac), máquinas de
oficina (Remington), material agrícola (New Holland), y sobre todo, equipos para la aviación y la marina de guerra de los Estados Unidos, había comprado el 8 de mayo de 1964 la mayoría de las acciones de la Clayson (65%). La
importancia de los suministros militares en las ganancias de la Sperry Rand la
volvía particularmente vulnerable a cualquier presión del gobierno
norteamericano. Y las presiones no tardaron en manifestarse: el Departamento de
Estado vetó el negocio de que hablamos.
Como la Clayson es jurídicamente
una sociedad belga, el gobierno de este país protestó vigorosamente contra la ingerencia del gobierno de los Estados Unidos. El contrato con Cuba se convirtió en una cuestión de Estado. Los belgas hacían notar que la Clayson no figuraba en la lista de los proveedores a lo que pueden comprar los países subdesarrollados
con créditos del Banco Internacional. Este último, en efecto, sólo financia la compra de productos y de material
norteamericanos. Sin embargo, para el Departamento de Estado la Clayson es una empresa norteamericana.
Los belgas perdían la partida en todos los terrenos, sin alcanzar a ver en qué sentido la mecanización de la agricultura cubana podía poner en peligro la seguridad de Estados Unidos.
Inflexible, el gobierno norteamericano, en la persona de Mr. Katzenbach, consejero del presidente Johnson, mantuvo su veto. Los belgas se vieron incluso amenazados con la supresión de las inversiones
norteamericanas en el país en caso de que siguieran oponiéndose.Usted verá, ahora, si el mal de muchos lo consuela de algo en su modesto país centro o sudamericano, tan poquita cosa al lado del floreciente reino de Balduino y de Fabiola.
Julio Cortázar, Último round (Tomo I), Siglo XXI,
Madrid, 2009 (1969), pp. 56-58.
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